28 de marzo de 2015
Nota del autor: Muchas veces han dicho que la ciencia ficción existe para retratar nuestra sociedad o aspectos de esta al referenciarla. Y también para mostrar los temores y las predicciones de futuro de sus autores. Y aunque lo que sigue no es, desgraciadamente, ni inventado ni predicho (está pasando) sí que retrata aspectos de un porcentaje de nuestra sociedad, y además ilustra claramente un miedo mío: El de que todos nos volvamos pretenciosos imbéciles que atacan a los demás con aire de suficiencia y autoridad reivindicativa, para desquitarnos de alguna inseguridad o, aún más grave, de una simple preferencia personal que no tienen por qué tener el resto de personas del mundo.

metáfora


         Pero sería muy irónico combatir un artículo de ofendido, publicando un artículo ofendido. Invertir los puntos de vista que se hallan sesgados por una visión altamente dogmática es una gran manera de mostrarlos como lo que son (opiniones que se mueren por ser aceptadas y justificadas) y ridiculizarlos. ¿Por qué escribo todo esto, después de poner un título tan increíble como “No como coños”? Pues porque intento justificar que lo siguiente no sea un auténtico relato de ciencia ficción (y desearía que lo fuera) Se trata de una inversión de género a un elocuentísimo artículo publicado en Vice.com por Alison Stevenson y que parece una auténtica declaración de emancipación de la mujer. Eso es hasta que lo lees, entonces hiede un pelín a... ¿llamada de atención? ¿Berrinche por creer que se tiene una opinión impopular? ¿Jactancia por creer que se tiene una opinión impopular? Honestamente, no lo sé. Tienen el link al artículo íntegro al final de esta entrada.

Y sin más, veamos una situación de futuro más absurda que distópica, en nuestro mismísimo presente.

         Marky entró en su habitación empujando la puerta con la punta del pie. Tenía las manos ocupadas sujetando una bandeja con un montón de galletas de chocolate y un té humeante. Se sentó delante de la mesa del ordenador y peleó con la inercia para estabilizar su silla de oficina giratoria. Dejó la bandeja en el escritorio y se reprendió por merendar, una vez más, delante del ordenador. Era una costumbre horrible, una patología del sXXI. Hiperconexión, la llamaba él. Pero no era ningún académico.

         Antes de empezar a devorar galletas mientras veía alguna serie, Marky se reprendió a si mismo otra vez por husmear en las redes sociales. Otra adicción, un poco antigua ya, que no le gustaba pero que hacía de vez en cuando. Un artículo compartido llamó su atención, le hizo un poco de gracia el título. Últimamente estaban muy de moda los artículos con títulos llamativos que hablaban de la emancipación sexual masculina. A él, siendo sinceros, le daba un poco igual todo aquello, pero creyó detectar en el título y la foto un aceptable valor académico y-por qué no-morboso:

Razones por las que ya no hago comidas de coño.
Agosto 15, de 2032
Por Darren Jones.

<<No como coños. Así de claro, no hay más. Soy consciente de que mi declaración provocará la indignación de muchas mujeres e incluso hombres que consideran las comidas de coño un elemento obligado en el repertorio sexual de cualquiera que se precie. Lo entiendo perfectamente. El único problemilla es que lo odio, joder. Nunca he disfrutado hundiendo la lengua en una vagina.

Vale, antes de que me denunciéis a algún grupo de activistas por los derechos de la mujer, quiero aclarar que esto no significa que odie las vaginas. No me parecen feas ni asquerosas. La vagina media tiene un diseño muy práctico y elegante que admiro profundamente. Aunque me encanta mi pene y las partes que lo componen, a veces siento celos de ver la despreocupación de la que parecen gozar las vaginas. Háblale a una vagina sobre erecciones involuntarias, eyaculación precoz, aparatosos sueños húmedos y aún más aparatosos golpes en los testículos y se quedara sin respuesta que darte, básicamente porque es una vagina y las vaginas no pueden hablar, pero también porque no tienen que preocuparse de esas cosas. Y no solo eso: ni siquiera hace falta sacudirlas después de orinar. Me quito el sombrero, vaginas. Con esto quiero decir que únicamente odio hundir mi nariz en ellas y lamerlas, y tener que hacer con mi lengua los movimientos que podría hacer perfectamente con la mano o la pelvis.

Ahora mismo hay una mujer en mi vida con quien no estoy saliendo del todo, pero que viene a chupármela a casa una vez a la semana. Lo único que le doy a cambio es una palmadita en la espalda por el buen trabajo. Algunas pensarán que es un trato un poco raro, aunque yo lo veo poco menos que perfecto. En nuestra segunda cita le di la oportunidad de chuparme el prepucio. Tras darle las gracias por llevarme a casa, me limité a decirle, "¿Te apetece subir y chupármela?" Ella me respondió que sí con gran entusiasmo y lo hicimos. Estuve sentado sobre su pecho hasta que me corrí y luego le mandé de vuelta a casa. Ese ha sido nuestro acuerdo durante algo más de dos meses. Si os estáis preguntando por qué no hay sexo, la respuesta es que me hice una promesa a mí mismo de no tener relaciones sexuales hasta que tuviera una relación estable. Pese a la generosidad de esta tía, en el resto de los detalles, como las conversaciones, no hay química.

Cuando empecé con ella decidí no volver a comer ni un coño más. También me he propuesto no entablar una relación sentimental con ninguna mujer que se niegue a chupármela. Aunque tenga contraseñas para Hulu Plus y HBOGo, encontraré el coraje para romper con ella si no abre la boca para chupar por ahí abajo. ¿Que soy un egoísta? Quizá, pero no me importa. De hecho, estoy convencido de que me merezco serlo. Ese egoísmo es el fruto de muchos años teniendo encuentros sexuales con mujeres que raramente quieren chupármela. De quienes lo hicieron, todas excepto una o dos pararon antes de que pudiera correrme.

El verdadero origen del problema parece ser que todavía hay muchas heteros que creen que los hombres disfrutan exclusivamente con la penetración. Lo único que ha logrado darme una mujer al penetrarla ha sido el VPH. Nunca he podido disfrutar plenamente solo con penetración, y pertenezco a una mayoría: entre el 50 y el 75 por ciento de los hombres necesitan disfrutar de otras prácticas sexuales para no caer en una rutina que anule su deseo sexual. Un pequeño porcentaje es lo suficientemente afortunado como para no tener estas inquietudes y, por tanto, de disfrutar sobradamente solo con penetración. En mi caso, tengo unos gustos variados, por lo que disfruto el estímulo del sexo oral.

Soy muy consciente de que podría estimularme yo solo mientras las masturbo, pero la cosa es que nunca he conseguido que eso funcionara. Para llegar al orgasmo, debo concentrarme, debo prestar toda mi atención al pene para lograr los resultados deseados. No es fácil conseguir ese grado de concentración cuando una tía está embistiéndome con la cadera mientras me formula la petición retórica de "fóllame".

Sí, también es culpa mía haber pasado tantos años sin recibir sexo oral. En aquel entonces yo era distinto, nunca decía lo que quería por miedo a resultar menos atractivo. Es algo que le pasa a muchos hombres, ese sentimiento de que es más importante satisfacer los deseos de la mujer que los nuestros propios, para así "mantenerla" a tu lado. Incluso los hombres más progresistas, obstinados y seguros de sí mismos han caído en esta línea de pensamiento. Yo he conseguido, por fin, sacudirme esa mansedumbre en lo referente al sexo y ahora no solo sé que puedo exigir lo que quiero, sino también negar lo que no quiero: las comidas de coño.>>

         Marky se reclinó en la silla de oficina, acariciándose la perilla. No estaba muy seguro de que hacer con la información que acababa de leer. ¿Debía indignarse? ¿Tenerle lástima a alguien capaz de ser tan gilipollas? Por un momento se planteó publicar algún comentario increíblemente ofendido en las redes sociales, para inflamar acaloradas discusiones y después ser un mero espectador. Rió, sí, en ese deporte de liarla podía ser campeón olímpico.

         Luego miró el montón de galletas y recordó que planeaba tener las manos ocupadas, así que se limitó a quedar un poco estupefacto y compadecerse mucho del tipo que había escrito aquello. Ser tan pretencioso y estar tan enfadado con la mitad de la población del planeta no debía ser saludable. Él había conocido a un montón de colegas a los que no les gustaba comer coños, pero jamás a ninguno que intentase hacer una tesis de ello, o utilizar la opresión histórica como justificación. No, joder, ni en las noches más largas y más llenas de THC y Speed que hubieran tenido.

        Cerró el artículo y al final pensó que todas aquellas hilarantes cadenas de texto podían resumirse en: “han sido cabronas conmigo, voy a ser cabrón con ellas” Arrugó el gesto, no soportaba la lógica circular. 

Vean el artículo original integro aquí

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca has disfrutado plenamente con la penetración a una mujer, pero te has corrido dentro, luego mientes. La única forma en que necesitas maxima concentración pa correrte con una mamada es aquella situación en la que hace poco que te corriste, o bebiste alcohol o consumiste drogas, o que no te gusta la persona que te lo hace y tienes que imaginarte en una situación mejor. El artículo real lo que defiende es que ella no obtiene orgasmos nada más que mediante sexo oral, y x eso lo exige, mientras que el hombre dispone de variadas formas para llegar al clímax.

Ender el Xenocida dijo...

Muy bueno. Un buen ejercicio de ficción, el de invertir los gén... los sexos.

Anónimo dijo...

El primer comentario solo tiene sentido que provenga de alguien que no tiene idea del sexo con hombres.

Da por hecho que el climax del hombre se produce cada vez que nos corremos. Nada mas lejos de la realidad!! Por supuesto que el momento de eyaculación nos produce placer pero no suple en ningún momento nuestras necesidades. Simplemente el hecho de que, a quien nos gusten las felaciones, nos hagan corrernos con una, consigue ese climax, mientras que necesitamos masturbarnos muchas veces para llegar al mismo grado de satisfacción (Quien pueda llegar claro, no es mi caso).

Así que el articulo tiene un perfecto sentido ya que hay que separar eyaculación de satisfacción.

Anónimo dijo...

Querido tocayo, soy una persona muy comunicativa y tengo mucha idea del sexo con hombres porque me tomo la molestia de ser sincera y exigir sinceridad. Podrás sentir mayor o menor placer, pero obtienes placer de diversos modos...a mí personalmente me ofende que mi vagina haya sido creada para dar placer y que me la metan en la boca asfixiándome xq hay más presión y gusta más. Cariño, yo hago sexo oral y lo doy todo a mi pareja, lo que no tolero es estar media hora haciendo sexo oral y con ganas de vomitar como si no tuviese un orificio más en todo mi cuerpo. Mi pareja a mí me ha intentado satisfacer de muchas formas, y me hace sexo oral xq ha comprobado que es la única forma en la que consigo llegar al orgasmo y temblar como él tiembla cuando se corre, así se simple. Yo le hago de todo, xo no me digas q solo os vale el oral xq eso no me lo creo...no soy mujer d una sola experiencia así q x ahi no cuela.

Abián G. Rodríguez dijo...

¡Hola a todos! Un blog se nutre de las visitas y de los comentarios, y gracias a ustedes este blog ha estado bastante vivo las últimas 48 horas! ^-^

Lo único que me gustaría decir, para centrar el debate, son dos cosas. La primera, al primer y tercer anónimo o anónima (supongo que serán la misma persona)...resulta alucinante que sea capaz de averiguar las costumbres sexuales y las formas en las que otros obtienen placer sólo leyendo textos a través de blogs en la red. ¡¡Eso es un superpoder!! Es sorprendente que pueda averiguar, con sólo unos clicks y leyendo strings de texto ribeteados de HTML, cuando una persona se ha corrido dentro, y que disfruta de X u otra manera. ¡Y además sabe si me emborracho y como! Digno de admiración...

Lo que no me resulta tan digno de admiración es el hecho de que el debate se ha desviado. En el texto (al menos era mi intención original) no se debate en ningún momento si la gente alcanza de una u otra manera el placer, si la penetración mola más que el sexo oral o blablabla...

La pregunta a plantearse, la que todos deberíamos hacernos es ¿realmente podríamos aceptar que alguien, justificandolo con sus usos sexuales, nos exigiera... (exigir en el sexo, eso suena tan horrible) tal forma de darle placer, mientras a la vez se niega a hacerlo? ¿Le colocaríamos la etiqueta de "defiende sus principios" la de "sexualidad compleja" o la de "imbécil"?

¡Un saludo a todos!